La brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado en las últimas décadas en muchos países por diversas razones.
No todas las desigualdades de ingresos son socialmente destructivas, pero cuando permiten que pequeños grupos cambien las reglas de la política o de la economía en su favor, es posible que la innovación o el crecimiento desfallezcan.
Es improbable que la sociedad logre una mayor prosperidad sin enfrentarse a la desigualdad de ingresos y sin domeñar el comportamiento dañino que promueve.
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