Rosario Ramírez Mora y su marido, Cayetano Rodríguez García, fueron dos luchadores antifranquistas que, desde mediados de los años sesenta del siglo pasado, se negaron a darle la razón a ese gobernador civil que dijo que la provincia de Jaén era “una balsa de aceite”. Ellos, humildes trabajadores, fieles a sus ideales comunistas, pasearon su dignidad por las cárceles de Jaén y Granada y conquistaron su propia libertad, porque ningún barrote podía aprisionar su conciencia.
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