Repudiada internamente por inoportuna, equivocada y desastrosa, la visita del republicano Donald Trump a México, el 31 de agosto de 2016, sumió al gobierno de Enrique Peña Nieto en la más profunda crisis institucional del sexenio. Además exhibió una política exterior de coyuntura y reactiva, sin estrategia, planeación ni principios, pusilánime, irresponsable y torpe, propia de una república bananera. De paso, ese patético error diplomático con la que es considerada la relación bilateral más importante: Estados Unidos, dañó los nexos con el entonces presidente Barack Obama y la candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton, y exhibió a México como un país con instituciones débiles y políticos cipayos.
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