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El origen de los combates gladiatorios continúa siendo algo impreciso, aunque sabemos que llegaron a Roma en el 264 a. C., cuando Marco y Décimo Bruto ofrecieron un combate con tres parejas para honrar a su fallecido padre (un episodio recogido por Livio y Ausonio, entre otros). En el 216 a. C., fueron veintidós las parejas exhibidas en honor de la familia aristocrática de los Emilios (Livio, XXIII.30). A pesar de que estas y otras exhibiciones gladiatorias eran de naturaleza funeraria, poco a poco fueron adoptando otra función, la de proporcionar a los más ambiciosos en el terreno de la política un medio para obtener el apoyo popular. Estos espectáculos marcaban acontecimientos excepcionales en las vidas de las élites itálicas y provinciales que los organizaban, y de ahí la urgencia por inmortalizarlos. El espectáculo financiado era la norma, y esa es la razón por la cual rara vez se registran en las inscripciones de estas élites, lo que significa que nuestras fuentes, como ocurre a menudo, nos ofrecen una imagen distorsionada de la realidad. Acompaña a este artículo una ilustración que reconstruye el combate gladiatorio del emperador Cómodo frente a un retiarius en el Coliseo, en diciembre del año 192 d. C.
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