El 17 de mayo de 1937, como consecuencia de los conflictos existentes en la retaguardia de la zona republicana –enfrentamiento entre el Partido Comunista de España (PCE) con los comunistas antiestalinistas del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), y de los anarquistas de la Confederación Nacional de los Trabajadores (CNT) con el propio Gobierno– y de los reveses militares –caída de Málaga–, el veterano dirigente del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y presidente del Consejo de Ministros, Francisco Largo Caballero, presentó su dimisión al presidente de la República, Manuel Azaña. El elegido para sustituirle fue otro dirigente del mismo partido, Juan Negrín López. En el plano interno, Negrín tomó dos importantes decisiones que tampoco favorecían su estrategia de guerra. Desde el punto de vista político, buscó el apoyo del PCE, imprescindible para continuar con el respaldo de la Unión Soviética, la única potencia que apoyaba a la República. En el orden militar, y con el acuerdo del coronel, más tarde general, Vicente Rojo Lluch, jefe del Estado mayor central de las fuerzas armadas y del Ejército de tierra, optó por una estrategia ofensiva mediante una serie de inesperados ataques de distracción en frentes secundarios.
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