Los cambios profundos que se han dado en la estructura de la sociedad actual, con los importantes avances tecnológicos en todos los ámbitos del conocimiento, nos obligan a revisar los paradigmas que deben regular la formación humana y, en especial, la función educadora de la universidad. La universidad está llamada a desempeñar un papel más activo en la formación de los ciudadanos para que éstos no sólo tengan una visión más humana de la vida personal, sino que estén dotados de capacidad de respuesta frente a la realidad universal. La presencia de las personas mayores en la universidad se justifica plenamente por su participación en el desarrollo social y cultural de nuestros pueblos. Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para mejorar la calidad de vida de las personas a través de la reflexión y del conocimiento. La profundización del proceso de globalización legitima y aconseja fomentar la movilidad de los estudiantes mayores, el intercambio entre ellos, así como la cooperación nacional y las relaciones internacionales entre los Programas Universitarios para personas mayores.
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