En plena cuenta atrás para el 1-O, Ada Colau trata de encajar las piezas del puzle que le permitan determinar el futuro escenario político catalán y español. De un lado, pone distancia con Carles Puigdemont mientras es cortejada por su vicepresidente, Oriol Junqueras, de cara a una entente posreferéndum. Del otro, consigue marcar el paso a Pablo Iglesias y atar en corto a Pedro Sánchez y el PSC, que le han garantizado su apoyo en el Ayuntamiento de Barcelona a pesar de no frenar la votación. De los pasos de la alcaldesa y los suyos depende el futuro gobierno de la Generalitat y quizás el de España.
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