La política latinoamericana del régimen de la Restauración estuvo condicionada durante las últimas décadas del siglo XIX por el cierre en falso de la crisis colonial de 1868-1878. Esta situación llevó a los gobiernos que se sucedieron durante este período a reformular la naturaleza de los objetivos geopolíticos de España en la región, renunciando al activo intervencionismo practicado durante el segundo tercio del XIX y supeditando la defensa de los intereses de la inmigración española y del propio comercio español al mantenimiento de relaciones cordiales con los gobiernos latinoamericanos a fin de evitar que éstos pudieran respaldar los proyectos de los separatistas cubanos. El restablecimiento de relaciones diplomáticas con la totalidad de las repúblicas americanas y el desarrollo de una política conciliatoria permitieron resolver varios de los antiguos contenciosos pendientes con algunas de estas repúblicas, al tiempo que se congelaba el planteamiento de otros desacuerdos hasta que las condiciones fueran más favorables. Este proceso hizo necesario que la diplomacia española recurriera de manera creciente a diplomáticos especializados en el área latinoamericana, como Julio de Arellano y Arróspide, cuya gestión al frente de la legación española en Centroamérica entre 1889 y 1895 resulta emblemática de las nuevas directrices y necesidades de la diplomacia española en América Latina.
The Restoration regime’s Latin American policy in the last decades of the 19th century was conditioned by the false closure of the colonial crisis of 1868-1878. In order to avoid support to Cuban separatists by Latin American governments, the administrations of the period reformulated the nature of Spain’s geopolitical objectives in the region by renouncing the active interventionism of the second third of the century and, in turn, subordinating the interests of Spanish immigration and commerce to the maintenance of cordial relations with the region’s governments. The reestablishment of diplomatic relations with all of the American republics and the development of a conciliatory policy allowed Spain to resolve various pending issues of contention with some of these republics, while blocking the discussion of other discords until conditions were more favorable. As a result, Spanish diplomacy recurred increasingly to diplomats specialized in the Latin American region, such as Julio de Arellano y Arrospide, whose work between 1889 and 1895 at the head of the Spanish legation in Central America, is emblematic of Spanish diplomacy’s new directives and needs in Latin America.
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