Las sociedades actuales viven inmersas en una espiral de solipsismo que queda reflejada en los modos de vida y en las formas de construir los espacios. Cada vez con una mayor frecuencia, las viviendas y las ciudades han adoptado unas formas que propician el mayor de los individualismos por parte de quienes las habitan, y por tanto un alejamiento constante de la sociedad, con la respectiva pérdida progresiva de los sentimientos de pertenencia a colectivos sociales. El diseño urbano juega un papel fundamental, en tanto que su desarrollo posibilita formas de vivir y de habitar diferentes, que sean capaces de dar respuesta a las necesidades reales de todos los habitantes de las ciudades, y muy especialmente a ese colectivo que las estructuras sociales han procurado mantener al margen a lo largo de la historia: las mujeres.
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