Con Freud y Lacan, la familia, complejo lugar en el que se constituye un sujeto, deja de ser la instancia del ideal social y la homogeneidad de quienes la conforman, para tomarla como lugar instituido donde se intenta anudar, por la vía del padre y la madre, lo que se encuentra radicalmente separado, la relación entre el hombre y la mujer, en razón a una disimetría de sus goces que no alcanza a ser recubierta por una ley simbólica, haciendo de la familia un tramado para la invención o por lo menos de paradojas y sin garantías, para refrenar el goce, entendido como el extraño y repetitivo empuje a una satisfacción sinsentido, en un sujeto. Lo que se plantea en este artículo es que debido a una falla en la ley prohibitiva, transmitida del lado de la familia, para regular las aspiraciones pulsionales de un sujeto, en razón a que los padres también portan un goce irreductible, puede dejar expuestos a sus miembros, a que la ley prohibitiva que delimite su goce y oriente el deseo, sea suplida por un síntoma, llevando al sujeto a un tipo de estrago. Y más allá de eso, que la función del padre, transmisora de le ley, sea suplida en la actualidad por el saber cerrado y suficiente de la ciencia, es decir, ahora se puede prescindir de su figura, el parentesco y la diferencias sexuales, para acceder a los hijos, de acuerdo al concepto parentalidad, introducido por Marie Helene Brousse, asunto que pone en perspectiva una nueva dimensión de la función del padre y de la madre en la transmisión de un deseo que no sea anónimo.
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