Yo no amo, ni amé a mi primera maestra. No puedo olvidar mi primera escuela ni a mis primeros maestros. Ellos me encerraron y me sentaron durante cinco horas diarias en un pupitre del que no me podía mover, porque si lo hacía ya era un indisciplinado. Por ello no me gustaba ir a la escuela. Era demasiado aburrido.
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