La clase media alta ostenta un poder sin igual. En primer lugar, porque somos votantes asiduos, con una tasa de participación de casi el 80%. En segundo lugar, porque nuestra área de influencia se extiende mucho más allá de los colegios electorales. Somos poderosos, ya que poseemos, según la expresión de Bertrand Russell, el “poder de la opinión”. Prácticamente cada uno de los puestos clave en los círculos que orientan la vida pública está ocupado por un miembro de la clase media alta –los medios de comunicación, la universidad, las ciencias, la publicidad, los institutos demoscópicos o las artes–. Fortalezas todas ellas donde empleamos buena parte de nuestro poder en fortalecer nuestras posiciones y nuestros atributos.
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