Las mujeres economistas han cuestionado el androcentrismo económico desde los orígenes de la propia disciplina económica, que suelen situarse en el siglo XVIII. El análisis de los tiempos y trabajos en economía evidencia que persiste una división sexual del trabajo según la cual las mujeres soportan el peso de los trabajos no remunerados, hecho que condiciona su participación en el mercado laboral. Difícilmente se podrán igualar las condiciones de ocupación de mujeres y hombres sin igualar sus condiciones de vida cotidiana y, muy especialmente, sus condiciones de vida en el hogar. Para superar el sistema capitalista patiarcal será necesario reconocer que somos interdependientes y ecodependientes y apostar por aquellos trabajos que se dirigen hacia el bienestar y la satisfacción de las necesidades materiales, sociales y afectivas desde el punto de vista de la sostenibilidad de la vida”.
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