El Salvador, un país pequeño y pobre, situado en el corazón de Centroamérica, se vio sumido durante los años ochenta en una guerra sin enemigo. Las partes y los muertos eran salvadoreños en su totalidad. Las armas y el dinero eran puestas por potencias extranjeras, así como los motivos ideológicos. Pero, mientras los bandos se disputaron el país y las «catorce familias» terratenientes lo abandonaron en desbandada rumbo a Miami, el resto de la población luchó por sobrellevar, llenos de miedo y angustia, una situación que no entendían y en la que no tenían nada que ganar. Hubo entonces que inventarse un país, una razón y, sobre todo, un enemigo común para seguir viviendo. Se creó así una locura colectiva que duró más de doce años y que, aún ahora, genera una extrema polarización en la sociedad salvadoreña. Los Acuerdos de Paz, firmados en 1992, se perfilaron en su momento como la gran oportunidad para revertir la historia de desigualdad e injusticia social en El Salvador. Sin embargo, fueron incumplidos por el gobierno. Y, tras setenta y cinco mil muertos y miles de desaparecidos, dicho país pretende vivir como si no hubiera ocurrido nada y como si la pesadilla de la que llevó tanto despertar no hubiera sido más que eso. «Dios tenía miedo» es un intento por decir lo que, en mi opinión, no había sido dicho hasta ahora respecto del conflicto armado salvadoreño: ¿cómo vivieron la guerra aquellos que no tuvieron nada que ver en la misma, pero que acabaron siendo cómplices al optar por la postura del más fuerte, a fin de evitar quedar inmersos en una escalada de violencia que, a la fecha, aún sigue azotando al pueblo salvadoreño? Presento pues, a continuación, los capítulos iniciales de mi segunda novela, «Dios tenía miedo», la cual está próxima a ser publicada bajo el sello de F&G Editores de Guatemala
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