Durante las dos décadas pasadas se ha expresado la preocupación de que el impacto actual de las actividades humanas en nuestro ambiente podría ser lo suficientemente grande como para producir cambios climáticos que a su vez, tendrían repercusión en la agricultura y demás actividades que realiza el hombre en el planeta. Nuestro planeta está rodeado por una atmósfera gaseosa formada por un 78.09% de Nitrógeno, un 20.45% de oxígeno, 0.93% de Argón, 0.032% de dióxido de carbono (C02), 0.0018% de Neón y 0.4962% de otros gases como Helio, Metano» Kriptón, Óxido de Nitrógeno, Hidrógeno y Xenón. Estos porcentajes se refieren a una atmósfera limpia. Una parte variable del aire atmosférico, según las condiciones climatológicas, está formada por vapor de agua, el cual oscila entre un 0 y un 7% (Ondarza, 1997 y Letayf y González, 1996).
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