Las catástrofes de Chernóbil en 1986 y más tarde de Fukushima en 2011 socavaron el impulso de la energía atómica al mostrar sus peligros al público en general. No obstante, si el abandono de la energía nuclear resulta incierto para los Estados ricos, se muestra aún más delicado en los países con dificultades. Incluso aunque, como en el caso de Armenia, unos reactores se encuentren en una zona sísmica...
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