Los nacionalistas flamencos, desde que poseen los principales engranajes del poder, han silenciado su proyecto de escisión de Bélgica, poco popular entre la opinión pública. Al preferir hablar de “condeferalismo”, han elaborado una nueva estrategia: desmantelar el Estado desde el interior argumentado la necesidad de realizar ahorros presupuestarios y sembrar cizaña en el campo francófono.
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