Los grandes grupos mediáticos mexicanos, históricamente relegados al papel de ejecutores de la propaganda gubernamental, han comenzado poco a poco a encumbrar o despreciar a los poderosos. El presidente Enrique Peña Nieto, llevado al poder en 2012 por las televisiones privadas, se comprometió a limitar los monopolios de los gigantes de la comunicación. Una promesa que ha quedado en letra muerta.
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