El segundo puesto obtenido por el Frente Nacional en las recientes elecciones presidenciales de Francia constituye el punto más alto de la larga historia de la extrema derecha francesa. La capacidad de Jean-Marie Le Pen para construir una fuerza electoral por encima de un puñado de grupos marginales y la estrategia de «desdiabolización» del partido seguida por su hija lograron reubicar en el centro del tablero político francés una tradición desprestigiada por sus posturas autoritarias, racistas y antieuropeas.
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