Cuando se creó la Organización Mundial del Comercio (omc) hace más de dos décadas, muchos dieron por hecho que las promesas de la globalización económica avanzarían de manera irresistible y que, como consecuencia de ellas, vendría naturalmente la liberalización comercial. No obstante, la política comercial sigue siendo una cuestión en disputa, con importantes consecuencias distributivas en los ámbitos nacional e internacional. Es por ello que es necesario redefinir el papel de la omc: el libre comercio debe complementarse con políticas distributivas justas en el plano nacional, que limiten su potencial disruptivo y debiliten el giro al nacionalismo económico.
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