A finales de la década de 1990, los progresistas empezaron a pensar en un nuevo movimiento que se adaptara a la globalización. En este movimiento, los beneficios se compartirían "correctamente" y se limitarían los efectos negativos. Asimismo, en lo que respecta a Europa, se harían esfuerzos para impulsar una sociedad europea basada en el conocimiento, según se establecía en la Agenda de Lisboa 2000
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