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Mujeres originarias, extractivismo y luchas territoriales en Argentina

  • Autores: Adele Pautrat
  • Localización: Revista NuestrAmérica, ISSN-e 0719-3092, Vol. 4, Nº. 7, 2016 (Ejemplar dedicado a: Feminismos y miradas de la colonialidad desde nuestra América), págs. 9-12
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • Relmu  Ñamku es una mujer joven de 37 años. Pertenece a la comunidad Mapuche Winkul Newen, ubicada en la zona central de la provincia de Neuquén. Desde hace más de 10 años, esa comunidad lucha contra las actividades y las ambiciones de la empresa Apache, comprada por Yacimientos del Sur, filial de YPF, una empresa estatal dedicada a la explotación, la exploración, la destilación y la venta del petróleo y sus derivados. Sobre tierras ancestralmente mapuches, la empresa ya estableció 9 pozos petroleros y quiere instalar 40 más. Después de haber observado las consecuencias directas de esa actividad petrolera en su territorio – fugas de gas, lluvias de petróleo, contaminación del aire, del agua, de los suelos, seguramente al origen del crecimiento de casos de malformación física de los bebes mapuches – los miembros de la comunidad entraron en resistencia e intentaron hacer valer sus derechos ante los poderes regionales como nacionales. A menudo denunciaron la degradación ambiental causada por la empresa. Pero a pesar de haber sido reconocida responsable, esa nunca invirtió el dinero necesario para remediar sus culpas, y ninguna acción seria fue promovida contra ella.  Mientras se ha reconocido a los pueblos originarios los derechos fundamentales a ocupar, proteger, conservar las tierras y los recursos que tradicionalmente poseen[1], así como a participar, a ser consultado y previamente informado sobre todo lo que toca a la gestión de esas mismas tierras y recursos[2], Relmu y su comunidad denuncian la inacción o sea la complicidad intolerable ya de los poderes políticos en la lucha que lleven contra las empresas petroleras para la protección de su territorio. Este sentimiento de injusticia fue llevando a un endurecimiento de su lucha. Tomaron la modalidad de poner cortes a la entrada de su territorio, ya saben que el diálogo no es suficiente. Frente a la militarización creciente de la zona, al aumento de las intervenciones policiales, a veces en pleno medio de la noche, o a la multiplicación de los intentos de desalojo, la situación se volvió muy tensa, incluso violenta – Relmu nos cuenta por ejemplo como las mujeres de la comunidad se llegaron a rociar de combustible y amenazaron inmolarse cuando llegaron los convoyes policiales.[1] Según el respeto de las normas internacionales expresadas en la Declaración sobre los derechos de los pueblos indigenos de las Naciones Unidas.[2] Según el respeto de las obligaciones erigidas por la Organización Internacional del Trabajo respecto a las relaciones entre las empresas y los pueblos indigenos.


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