A pesar de su representación convencional de la relación entre memorias adquiridas e identidades recuperadas, la película Cautiva (2005) de Gastón Biraben destaca una contundente simbiosis entre la memoria y el sufrimiento. Cautiva invita a sus espectadores a contemplar el sufrimiento como un catalizador para fomentar la memoria social e individual más allá del presente diegético de la película. En una especie de secuela a la película de Luis Puenzo, La historia oficial, el enfoque que tiene Cautiva en el sufrimiento merece atención analítica, ya que este sufrimiento complica al mismo tiempo que propicia memorias individuales y comunales de un pasado reciente. La película, en esencia, rememora un sufrimiento particular que es el resultado de y sustentado por las memorias íntimas de las apropiaciones ilegales durante el Terrorismo de Estado en Argentina (1976–1983). Al situar la historia a mediados de los noventa, Biraben afianza el sufrimiento no sólo como un sentimiento complejo, sino que también como un estado emocional inquebrantable. Este artículo contempla a la película Cautiva como un sencillo retrato cinematográfico de las memorias que siguen presentes, suspendidas, sin compartir, y por consecuencia, sufren de un dolor imperecedero
Despite its rather conventional representation of the relationship between acquired memories and recovered identities, Gastón Biraben’s Cautiva (2005) draws attention to a forceful symbiosis between memory and grief. Biraben’s film invites its spectators to contemplate grief as a catalyst for promoting memory, both social and individual, beyond the film’s diegetic present. In a sequel of sorts to Luis Puenzo’s The Official Story (1985), Cautiva’s focus on grief remains worthy of analytical attention, as it represents grief that complicates but also enables personal and communal memories of the recent past. The film, in essence, recalls a particular type of grief, portrayed as resulting from and sustained by unshared intimate memories relevant to the illegal appropriations during Argentine state terror (1976–1983). By situating the story in the mid-1990s, Biraben undergirds grief not solely as a complex emotion but also as a relentless emotional state. This article contemplates Cautiva as an uncomplicated cinematic portrayal of the memories that continue at once present, suspended, unshared, and, therefore, punctuated by enduring grief.
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