El año pasado, después de visitar numerosas escuelas infantiles de Barcelona para elaborar el Protocolo de actuación y prevención de maltratos y abusos sexuales infantiles de los centros municipales, comprendimos que quienes dedican su vida a la educación infantil son unos privilegiados. Privilegiados por poder dedicarse a un trabajo tan vocacional y hermoso. Privilegiados por poder contagiarse de la manera de mirar de los niños y las niñas menores de 6 años y ver el mundo con su sorpresa y curiosidad. Privilegiados por participar en una etapa clave en el desarrollo de una persona. Privilegiados porque, desde aquí, el futuro se ve esperanzador.
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