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Carta de Europa : La inquietante transformación de la UE

  • Autores: Hans Kundnani
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 32, Nº 181, 2018, págs. 36-41
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • Con la expansión de la condicionalidad, la Unión Europea corre el riesgo de ser vista como un vehículo para la imposición de las preferencias alemanas.

      Los europeístas en Bruselas y otros lugares suelen imaginar la integración europea como un proceso más o menos lineal. En general, elogian la integración y denuestan la "desintegración". Por ello, la propuesta de la Comisión Europea de profundizar la integración de la zona euro creando la figura de un ministro de Economía, un presupuesto común y convertir el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) en una especie de fondo monetario europeo - tal como se discute en la actualidad - es para los adalides del europeísmo un paso adelante. En efecto, gran parte del debate sobre el grado de europeísmo del nuevo gobierno que se forme en Alemania se ha centrado en su apertura a esas iniciativas, que fueron originalmente formuladas por el presidente francés Emmanuel Macron.

      Existen dos maneras muy diferentes de pensar sobre las propuestas de la Comisión Europea. Para Macron, forman parte de un proyecto grandioso, el de L'Europe qui protège (la Europa que protege). En este contexto, el nuevo fondo monetario europeo sería una especie de embrión del Tesoro de la zona euro, con poderes para gastar fondos. Muchos en Alemania, incluido el ministro de Economía, Wolfgang Schäuble, parecen apoyar esta idea, aunque por razones diferentes. Schäuble ve en ese futuro Tesoro una herramienta para controlar más todavía los presupuestos de los Estados miembros de la Unión Europea y aplicar con más rigor la normativa fiscal de la zona euro, todo lo cual incrementaría la competitividad europea. Si se impusiera esta visión de las cosas, "más Europa" sería sinónimo de "más Alemania", lo que podría decirse también de muchos de los pasos dados a lo largo de los últimos siete años, cuando se inició la crisis del euro.

      Estos puntos de vista tan distintos permiten entender por qué profundizar la integración europea no tiene por qué ser algo automático o positivo. De hecho, convertir el MEDE en un fondo monetario europeo podría inaugurar un inquietante proceso transformador de la Unión que la devolvería quizá al inicio de la crisis del euro. Aunque la integración no ha dejado de avanzar desde entonces - y, en efecto, los países miembros de la UE han acordado poner en común sus cuotas de soberanía, algo de otro modo impensable - existen razones para creer que esta fase de la integración europea es cualitativamente distinta a otras anteriores. Podría darse que, queriendo buscar más Europa, naciese una UE diferente a la idealizada por el imaginario europeísta.

      Una UE a imagen del FMI En un artículo publicado en esta revista en mayo de 2013, sostenía que, además de haberse germanizado, la UE se ha hecho más coercitiva desde los inicios de la crisis del euro en 2010. En concreto, la integración ha ido en aumento pero, al mismo tiempo, es menos voluntaria y más obligada. Como expresó la canciller alemana, Angela Merkel, en el marco del debate sobre el primer rescate a Grecia ese mismo año: "No hay alternativa". Esta integración, a su vez, ha dado pie a normativas más coercitivas y a su cumplimiento obligado, sobre todo en la zona euro. El sistema Maastricht III, emergido tras la crisis y fundamentado en una serie de medidas originadas en 2010 y que culminaron en el Pacto Fiscal Europeo (PFE), es más intrusivo e impone condiciones más estrictas y una mayor homogeneidad en la UE que sus dos predecesores.


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