Carmen Álvarez González-Jubete, Federico Francisco Pérez Garrido
La historia y la literatura japonesa están repletas de arquetipos masculinos que reflejan la evolución cultural y política de este país asiático: la tradición encarnada en el valiente samurái fiel a su señor, el difícil proceso de ruptura que sobrevino sobre escritores e intelectuales a partir de la época Meiji, o la vida anodina del oficinista dedicado en cuerpo y alma a su trabajo.
En contraposición a esta variedad de perfiles masculinos, la figura femenina que nos ha sido transmitida presenta un rol aparentemente estático e inmutable en el tiempo: delicadas geishas sirviendo té, lolitas sonrientes posando para una foto, madres y esposas entregadas a la crianza y educación de sus hijos. La imagen de la mujer parece circunscribirse al espacio doméstico y estético de la historia japonesa.
Sin embargo, si nos alejamos voluntariamente de estas imágenes tradicionales y ahondamos en la historia, se pueden descubrir otros modelos femeninos: mujeres fuertes que tuvieron que sobrevivir en un ambiente social hostil, y que jugaron un papel central en la vida cultural y política de la época.
dentro de la cultura de la armonía y la perfección, se encontraban las llamadas oiran: mujeres que ejercieron su actividad en el ya desaparecido barrio de placer de Yoshiwara, en la antigua Edo. Su belleza y sensualidad fueron usadas como instrumentos de poder sobre nobles y señores durante más de 300 años.
Japanese history and literature are filled with masculine archetypes that reflect the cultural and political evolution of this Asian country: the tradition embodied in the courageous samurai loyal to his master, the difficult process of breakdown that came upon writers and intellectuals from the Meiji period, or the uninspired life of the clerk consecrated to his job. In contrast to this variety of mas culine profiles, the transmitted feminine figure presents an apparent static and unchanging role: delicate geishas serving tea, smiling lolitas posing for a photo, mothers and wives dedicated to the upbringing and education of their children.
The image of the woman seems to be circumscribed to the domestic and sensitivity space of Japanese history. However, if we voluntarily distance ourselves from these traditional images and delve into history, we can discover other female models:
strong women who had to survive in a hostile social environment, and who played a central role in the cultural and political life of the time. Within the culture of harmony a nd perfection, were the called oiran : women who worked in the now -defunct pleasure district of Yoshiwara, in the old Edo. Her beauty and sensuality were used as instruments of power over nobles and lords for more than 300 years.
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