A lo largo del siglo xvii se desarrolló un nuevo instrumento destinado a deslindar y a cuantificar las sensaciones de calor y de frío al que se le dio el nombre de termómetro. La temperatura empírica, o resultado de la medida del termómetro, se vio inicialmente tan vinculada al calor que con frecuencia se confundió con él. Así, en 1847 el gran experimentador Henri Victor Regnault (1810-1878) todavía definía el termómetro con estas palabras: “Denominamos termómetros a los instrumentos que están diseñados para registrar los cambios de las cantidades de calor contenidas en un medio” [1]. Con ello, el autor aceptaba implícitamente la idea de que el calor, considerado un fluido elástico llamado calórico, permanecía retenido en los cuerpos y estaba medido por la temperatura.
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