Algunos críticos y funcionarios consideran que los diseñadores no son artistas, sino más bien una especie de artesanos con "buen gusto", vaciando de contenido la frase que desde Isabel la Católica se aplicaba a lo estilísticamente culto y de vanguardia en su época. Hasta el año 61 me había desenvuelto casi exclusivamente en el terreno de la publicidad con incursiones esporádicas en la pintura y en la ilustración "imaginaria", es decir que me oponía a ilustrar temas que, en realidad, sólo existían en mi imaginación, en primer lugar, esos que ahora llamaríamos "fantasía heroica", "realismo mágico".
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