Fenómeno característico de nuestro tiempo es la preocupación por lo social. Los políticos y los dirigentes en general, han concretado prácticamente esta preocupación en lo que se denomina Seguridad Social, y han despertado en torno de ella una esperanza colectiva. La Seguridad Social podría definirse como la oferta de protección y garantías en todos los aspectos materiales y morales de la compleja dinámica de la vida moderna. Es evidente que la mayor parte de los países del hemisferio occidental apenas han puesto en marcha algunos aspectos de Seguridad Social, si aceptamos la definición anterior. Y, como estos pasos iniciales se han dado siempre mediante la cobertura de los riesgos de enfermedad, accidentes, jamás se ha podido prescindir del concurso de los médicos. Por lo demás, el médico nunca ha sido extraño al destino de la sociedad en la que le ha tocado vivir. Más aún, nuestro oficio, nuestra profesión, es obra de la vida social. Y en todo tiempo la acción del médico se extendió a la colectividad: recuérdense las casas de salud, las enfermerías, los hospitales llamados "de caridad", en los cuales, desde tiempo inmemorial, los médicos actuaron espontáneamente, como verdaderos benefactores. Sin embargo, desde mediados del siglo pasado la salud pública constituye objeto de creciente preocupación y ha movido no sólo a los poderes públicos, sino que progresivamente se ha creado en la comunidad una conciencia sobre la necesidad primaria del cuidado médico.
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