La expansión romántica suscita un doble vértigo espiritual: la conciencia subjetiva se agiganta, al tiempo que el mundo se vuelve desmedido, dilatado por recientes descubrimientos geográficos y astronómicos. El contrapunto de estos dos actores hipertrofiados, el yo y el mundo—Ich und Welt—, adquiere su expresión plena en la figura del exiliado. El artista, expulsado de su nido protector —la lengua, el mecenazgo— ha de reformular su expresión, aligerándola y universalizándola. La presión ejercida por el exilio se convierte en elemento moldeador de las artes plásticas, anticipando una progresión hacia el despojamiento que culmina en la pintura moderna
The Romantic expansion originates a twofold spiritual dizziness: the inflated subjective conscience faces a world newly discovered to be boundless and unfathomable. The clash between both oversized actors, Ich und Welt, acquires its full expression with the figure of the exile. Artists, expelled from their protective nest —language, patronage— are compelled to reformulate their voice, endowing it with an increased lightness and universality. The experience of exile becomes a key driving force, a persistent shaper of visual arts, anticipating a progression towards bareness that will culminate in modernist painting.
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