Los egipcios están llamados a las urnas el 26 de marzo para elegir a su presidente. La oposición denuncia un escrutinio cuyos resultados se conocen de antemano, puesto que ningún candidato de envergadura tiene derecho a enfrentarse al presidente saliente, el mariscal Abdel Fatah Al Sisi. La votación se desarrolla en un contexto en el que las esperanzas originadas con la sublevación de enero de 2011 se han evaporado, y en el que la población se ve confrontada a la degradación de su situación económica, así como a la mano dura del régimen.
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