Las arritmias cardiacas tienen connotaciones dramáticas para la mayoría de la gente. La palabra arritmia evoca, generalmente la imagen de un paciente estuporoso, mientras que el médico analiza un trazado electrocardiográfico de compleja y difícil interpretación. Esta imagen negativa creo que es responsable del rechazo consciente o inconsciente de muchos especialistas a las arritmias cardiacas.
Sin embargo si centramos el tema desde la problemática de su importancia epidemiológica veremos que resulta de gran interés. Se calcula que alrededor de medio millón de personas en los Estados Unidos mueren súbitamente cada año. Esta cifra, extrapolada a la población de nuestro país, significa que unas 70.000 personas al año fallecen súbitamente en España. Se sabe además que todo cardiópata padece a lo largo de su vida algún tipo de arritmia cardiaca y que un porcentaje no insignificante de entre los cardiópatas, tienen arritmias como manifestación básica de su enfermedad.
Aunándose pues, la importancia epidemiológica de las arritmias y la dificultad de su abordaje, ello ha derivado en la creación de una subespecialidad cardiológica que es la Arritmología.
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