Una vez muerto Jesús comienza la historia del cristianismo, una historia claramente distinta de la del maestro. Al faltar él, y dada la magnitud de su influencia sobre sus seguidores, había que recordar tanto su persona como su obra y discurso, aunque pronto surgieron grupos con visiones distintas e incluso contradictorias. De hecho, cada uno recordaba o potenciaba de tal manera sus propios recuerdos e intereses que, en definitiva, lo que conocemos del nazareno quedó dramáticamente filtrado por los grupos que surgieron tras él. El relato de cómo se organizaron los seguidores de Jesús nos ha llegado principalmente en el texto conocido como Hechos de los apóstoles. Según se describe en los primeros párrafos del mismo, dos ángeles denominaron “galileos” a los discípulos que vieron la ascensión. Al poco, estos se retiraron a Jerusalén para suplir a Judas Iscariote (Matías fue el elegido), y cincuenta días tras la pascua judía (Pentecostés, la fiesta de la siega), se produciría el milagro de las lenguas de fuego sobre las cabezas de los doce. Dicho así, no parece mucho, pero quedan presentadas las tres primeras corrientes de fieles a Jesús, tres corrientes, de hecho, bastante diversas: seguidores en Galilea, seguidores en Jerusalén y judíos de todo el Mediterráneo. Junto al artículo se incluye una magnífica ilustración reconstruyendo la última cena, obra de ªRU-MOR, así como un mapa de los viajes de Pablo y los primeros años del cristianismo.
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