En un contexto de grave atraso económico y una pobreza cada vez más acusada y que afecta a la mayoría de la población, el poder Ilustrado decide llevar adelante la creación de hospicios, más que como una medida humanitaria para resolver el problema de los niños abandonados, como una medida de corte económico que sirva para impulsar el crecimiento de la población y aumentar la riqueza del reino. En Asturias será el regente, Isidoro Gil de Jaz, quién decida su construcción en 1752. Se construirá en Oviedo y en los primeros 50 años ingresarán entre sus muros más de 10.000 niños abandonados, de los que un 15% serán legítimos. Con la construcción del Real Hospicio se inicia la prestación por el estado de una beneficencia laica que hasta entonces había estado en manos de la Iglesia. El conocimiento de las causas del abandono de tantos niños es el tema del siguiente artículo.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados