El modelo de educación de las niñas y niños con discapacidad ha ido transformándose a través de diversos paradigmas, como consecuencia del cambio de perspectiva de la discapacidad. En primer lugar, prevaleció el modelo segregador, en el que primaba la educación especial. Posteriormente, se avanzó hacia el modelo integrador, “admitiendo” al alumnado con discapacidad dentro de su sistema pre-establecido, siempre y cuando los mismos lograran “normalizarse”. Finalmente, el modelo inclusivo, aspira a alcanzar una educación para todas y todos sin discriminación, en igualdad de condiciones, a fin de lograr que las escuelas se conviertan en espacios de encuentro de la diversidad y, particularmente, en medios para el empoderamiento de las niñas, niños y adolescentes con discapacidad. Justificado por cuestiones de equidad y justicia social, el modelo de la educación inclusiva, es entonces, transformador: el único que garantiza escuelas para la ciudadanía global.
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