En 2010, el Sistema Nacional de Salud (SNS) facturó 958 millones de recetas. Dada la masiva exposición de la población a los medicamentos, los riesgos asociados a su consumo adquieren una enorme relevancia desde la perspectiva de salud pública. Pacientes sobremedicados en situaciones de bajo riesgo e inframedicados en situaciones de indicación demostrada, deficientemente informados, polimedicados, automedicados y un porcentaje no despreciable que sufre efectos adversos evitables, es en buena parte la fotografía de la prescripción en atención primaria que puede mejorarse. Sorprendentemente, la mayor parte de las estrategias farmacéuticas en el SNS no se han orientado al control de estos problemas, sino sobre todo a reducir el gasto farmacéutico, que no es el problema sino una de las consecuencias de «los problemas» de la prescripción (y de la regulación y la gestión de la prestación farmacéutica). Algunos elementos esenciales para mejorar esta situación pasan por una mayor integración asistencial, el desarrollo de la historia clínica electrónica, estrategias globales de mejora de la seguridad y la reducción del papel de la industria farmacéutica, hasta estrategias más macro, como la creación de una agencia que pueda evaluar objetivamente el valor adicional aportado por un nuevo medicamento y su coste adicional, la fijación de precios acorde con la relación coste-efectividad, la exclusión de la cobertura de medicamentos con escaso o nulo valor añadido, etc. Gestionar la prescripción implica el desarrollo de programas longitudinales de atención a los pacientes que incorporen las actuaciones clínicas de los diferentes profesionales, incluyendo a quién, cuánto y con qué tratar.
In 2010, the Spanish National Health Service (NHS) paid for 958 million prescriptions. Given the massive population exposure to medication, the risks associated with drug consumption are highly significant from the perspective of public health. Areas requiring improvement in primary care prescription include overtreatment of patients in low risk situations, undertreatment of those in whom medication is indicated, poor patient information, polymedication, self-medication and the appreciable percentage of preventable adverse effects. Surprisingly, most of the pharmaceutical strategies in the NHS have not aimed to address these problems but have instead concentrated on reducing pharmaceutical expenditure, which is not a problem of pharmaceutical expenditure per se but is rather a consequence of “the problems” of prescription (and of the regulation and management of pharmaceutical services). Some key elements to improve this situation include more integrated healthcare, the development of electronic medical records systems, overall strategies to improve safety, and reducing the role of the pharmaceutical industry. Macro strategies include creating an agency able to objectively assess the additional value provided by a new drug and its additional cost, price fixing in line with cost-effectiveness, and exclusion of drugs with little or no added value from coverage, etc. Managing prescription involves the development of longitudinal patient care programs that incorporate clinical actions from different professionals, including whom to treat, how much to treat and how to treat.
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