En 1999, cuando la burbuja de las puntocom estaba en su punto álgido y yo era, entre otras cosas, director financiero de una empresa tecnológica, muy pocos- si es que los había- podían pensar que el fundamento del valor de esas empresas, que ya estaban seriamente sobrevaloradas en aquel momento, sería su capacidad para eludir gran parte de sus obligaciones fiscales en el futuro. Y sin embargo, eso es lo que ha pasado
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