Parece obligado partir de un principio comúnmente asumido por el Movimiento Obrero y sus organizaciones: la Organización Sindical oficial ha sido un instrumento nulo para los trabajadores durante casi cuarenta años.
La CNS fue creada y ha funcionado como un instrumento del Estado para incidir en el proceso productivo a base de asegurar el control y encuadramiento de las fuerzas del trabajo. Unido esto a su composición corporativa, en un intento sospechosamente ingenuo de conciliar los intereses del Estado, del patronato y los asalariados, nos da como resultado una «organización sindical» incapacitada, viciada en sus principios, para atender las exigencias, cada vez mayores, de una clase trabajadora combativa y consciente de que su aportación primordial al conjunto de la sociedad se ha visto correspondido con la marginación en el plano económico, social y político
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