Varias especies de peces pertenecientes a la familia de los pecílidos han logrado colonizar riachuelos y ríos cuyas aguas albergan concentraciones tóxicas de sulfuro de hidrógeno. Todos comparten rasgos comunes, como una cabeza de gran tamaño y unas crías voluminosas, los cuales facilitan la supervivencia en ese entorno infernal. Los análisis de su ADN indican que han adquirido esas adaptaciones similares a través de vías moleculares dispares. El ambiente extremo parece haber acelerado el proceso de especiación.
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