Las catedrales ofrecían a ciudadanos y clérigos una nueva manera de congregarse. También constituían un marco de representación para los obispos y los demás miembros del cabildo catedralicio.
A mediados del siglo XII, antes de lo que se pensó durante mucho tiempo, en Francia comenzó a experimentarse con un nuevo estilo arquitectónico que daría nombre a toda una época: el gótico.
Varios estudios han demostrado que, en el Imperio germano, el nuevo estilo no se impuso hasta decenios más tarde. La estrecha vinculación entre política e Iglesia parece explicar ese retraso.
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