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El nuevo en la ciudad

  • Autores: Fernando Fernández Monge
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 32, Nº 183, 2018, págs. 42-51
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • El uso de plataformas tecnológicas como Uber y Airbnb está transformando las ciudades. Las autoridades locales deben pensar en soluciones regulatorias para poner la tecnología al servicio de urbes vibrantes y vivibles para todos.

      A lo largo de la historia los avances tecnológicos han ido moldeando las ciudades. La capacidad de diseñar y construir sistemas de canalización de agua y saneamiento permitieron el desarrollo de Roma. La tecnología defensiva favoreció el desarrollo económico en el interior de las ciudades medievales y, más recientemente, el coche revolucionó la dinámica urbana a lo largo del mundo.

      La nueva frontera en la transformación de la ciudad parece también ligada a la explosión tecnológica de los últimos años. En un intento de imaginar este futuro, el consejo de asesores en ciencia y tecnología del presidente Barack Obama publicó en 2016 un informe titulado "La tecnología y el futuro de las ciudades". Entre los ejercicios de predicción futurista, el que más tirón ha tenido es el que imagina urbes donde miles de sensores recogen y analizan datos en tiempo real, conectando la toma de decisiones y mejorando la vida de los ciudadanos. Ciudades inteligentes o smart cities como la que Alphabet -matriz de Google- está desarrollando en Toronto a través de su otra filial, Sidewalk Labs.

      Esta utopía - o distopía, según se mire- aún no se ha materializado, pero el gran desarrollo del ámbito digital en los últimos años ya está generando impactos tangibles en el espacio físico y las condiciones socioeconómicas de las ciudades. La transformación está conectada al surgimiento de plataformas digitales como Uber o Airbnb, que están revolucionando aspectos urbanos clave como la movilidad o la vivienda. Un proceso de transformación urbana distinto, y muchas veces eclipsado por el entusiasmo que ha provocado la idea de las ciudades inteligentes, pero con efectos tan reales y ya presentes que merece la pena detenerse a analizar.

      Historia de una paradoja Si las ciudades surgieron por los beneficios que genera la proximidad, uno podría pensar que las plataformas tecnológicas -que eliminan la necesidad de la cercanía física para comprar y vender un bien o para prestar y disfrutar de un servicio- iban a reducir la importancia de las ciudades. No ha sido así.

      Los economistas explican las ciudades basándose en el concepto de aglomeración. La proximidad y la densidad reducen los costes de transacción, favoreciendo el intercambio de ideas, permitiendo el acceso a bienes y servicios, y mejorando la productividad de trabajadores y empresas. Por eso, ante la expansión de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) hace algunas décadas, muchos predijeron que la importancia de las ciudades decaería. Las profecías no se cumplieron, entre otras cosas, porque las interacciones cara a cara son muchas veces complementarias, y no sustitutivas, de los intercambios y las gestiones que se hacen en línea, como ya argumentaran Jess Gaspar y Edward Glaeser en 1996. Tampoco los servicios -turísticos o cotidianos- que provee la ciudad se encuentran fácilmente en entornos rurales.

      Con la aparición de las plataformas digitales ha ocurrido algo similar. Por plataformas nos referimos a los mercados virtuales que conectan a individuos para comerciar con bienes y servicios a través de herramientas digitales, también conocidas como plataformas peer to peer o P2P, según han descrito Aqib Aslam y Alpa Shah en 2017. En este punto conviene distinguir entre los términos plataformas digitales y economía colaborativa, que se solapan pero no son idénticos. Aunque algunas plataformas cualifican como economía colaborativa (Airbnb), hay muchas otras iniciativas de economía colaborativa que no son plataformas (Zipcar). Al mismo tiempo, hay plataformas como Amazon que no pueden calificarse como empresas de economía colaborativa, pero constituyen claramente mercados virtuales. De acuerdo con el informe de 2017 del Foro Económico Mundial, las empresas que operan plataformas P2P tenían un valor de mercado de 4,3 billones de dólares y empleaban directamente a 1,3 millones de personas en 2016. Estas cifras se han alcanzado en muy pocos años, y todo apunta a que la tendencia seguirá siendo de crecimiento exponencial. ¿Sustituirán estos mercados virtuales a los mercados físicos, reduciendo en el proceso la necesidad de vivir en urbes y vaciando por tanto las ciudades? La respuesta, casi con total seguridad, es no.


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