Melquisedec es un personaje notable en el texto bíblico. Notable porque reúne tanto la condición real como la sacerdotal. Esa doble función lo convierte en una figura de interés para los estudios acerca de la teología y la exegesis bíblica altomedieval. Sobre todo, para quienes nos dedicamos al análisis de la ideología política o de la teología política en ese período. La reflexión acerca de las figuras bíblicas en la exégesis medieval de las Sagradas Escrituras no es una novedad pero, en general, ha estado centrada en algunos de los grandes personajes –David sería el caso paradigmático1– a mi entender otros, incluso entre los más famosos, no han tenido tanta suerte, como es el caso de Melquisedec2.
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