A pesar de los numerosos intentos en España por encontrar un lenguaje autóctono en el género operístico, a principios del siglo XX el mapa europeo continúa dominado por las corrientes italiana, germánica y francesa. En 1903 se inaugura en Madrid el Teatro Lírico o Gran Teatro, que nace para defender la creación hispana como opción al Teatro Real, sede de las corrientes europeas imperantes.
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