Siguiendo el ejemplo de otros países europeos, Rusia abrió de par en par las puertas de sus teatros a la ópera. Como avanzamos en el capítulo anterior, Catalina II, la zarina defensora de las ideas ilustradas, fomentó la creación autóctona de un género que servía como instrumento para acortar distancias entre el pueblo y el poder, y también para ensalzar a la autoridad. El grupo de los cinco llegaría para sentar las bases de toda una escuela.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados