Tras dos años consecutivos de ralentización de la actividad global, en 2017 se produjo un repunte en el crecimiento del PIB mundial, mayor que el esperado a principios de año y generalizado entre las economías avanzadas y emergentes. Por su parte, la inflación aumentó moderadamente en 2017, debido en gran medida a las elevaciones de los precios de las materias primas, pero el componente subyacente se mantuvo más estable y alejado de los objetivos de los bancos centrales.
Las perspectivas para 2018 apuntan a una continuidad de estas tendencias globales. En este artículo se analizan con detalle algunos de los factores que condicionarán esta evolución.
En primer lugar, diversos factores (recuperación cíclica, avance en el desapalancamiento, cambios fiscales, repunte de los salarios) apuntan al mantenimiento en el corto plazo del dinamismo de la inversión registrado en las economías avanzadas en 2017, pero en un horizonte más dilatado el mantenimiento de esta fortaleza dependerá de la evolución de los tipos de interés reales, de factores tecnológicos y de la resistencia a las amenazas proteccionistas. En segundo lugar, el esperado cambio en la combinación de políticas macroeconómicas en Estados Unidos y en otros países avanzados hacia una política fiscal más expansiva y una política monetaria menos laxa puede elevar el crecimiento en el corto plazo, pero, si no se gradúan adecuadamente, podrían generar episodios de inestabilidad en los mercados financieros internacionales. Finalmente, las condiciones financieras globales siguen siendo favorables. Sin embargo, las turbulencias en las bolsas de Estados Unidos registradas al comienzo de 2018, que se extendieron rápidamente y con intensidad a otros mercados bursátiles, parecen apuntar a unas condiciones financieras globales menos favorables a futuro y, al mismo tiempo, alertan sobre los riesgos asociados a un ajuste brusco en los mercados financieros internacionales.
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