Entre los muchos generales alemanes que alcanzaron el estrellato durante la Segunda Guerra Mundial, Hermann Balck, que había comenzado la contienda al mando de un simple regimiento y que la terminó al mando de un ejército tras haber sido el comandante en jefe de todo un grupo de ejércitos, ha tenido, relativamente, poca relevancia pública. Si hombres como Erich von Manstein o Heinz Guderian son perfectamente conocidos, el de Balck no tanto, y cabe preguntarse cuál es el motivo. La Primera Guerra Mundial estalló mientras se hallaba en el Colegio Militar de Hannover, donde fue movilizado y enviado al frente de inmediato. Durante la contienda sirvió en un batallón de montaña (como Erwin Rommel), primero como oficial en una compañía y luego como jefe de la misma, y combatió en el frente occidental, en Italia, en los Balcanes y en Rusia, donde dirigió una patrulla tras las líneas enemigas que duró semanas. Al final de esta contienda había sido herido siete veces y era poseedor de la Cruz de Hierro de Primera Clase.
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