Durante el año 2011, una oleada de revueltas se apoderó del mundo árabe, llevando en su estela la esperanza, para muchas poblaciones, de que se produciría un cambio democrático. Durante la misma, tres de los regímenes autoritarios más robustos de la región –Túnez, Egipto y Libia– se derrumbaron frente a la oposición popular. En otros países, como Marruecos, Argelia, Baréin o Irán, tuvieron lugar violentas manifestaciones. También Siria se vio afectada por este gran choque regional. Las exigencias populares de los sirios se diferenciaban muy poco de las de otros países: justicia, libertad, igualdad de derechos, fin de la corrupción y apertura política. El resultado de esta oposición fue, sin embargo, muy diferente, pues llevó a un desastre sin precedentes y con repercusiones inesperadas tanto en el plano local como en el regional y en el mundial.
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