La década de 1920 fue, sobre todo, una época de gran ebullición intelectual con respecto a las teorías en torno al lenguaje. Entre aquellos escritores que se destacaron en su modo de reflexionar, en crear sistemas de pensamiento autóctonos en sintonía con tendencias lingüísticas en boga y en proponer alternativas para el crecimiento de la variedad dialectal rioplatense, Macedonio Fernández y Jorge Luis Borges fueron de los miembros más comprometidos de su generación. Enarbolando como bandera la autonomía y la independencia de otros idiomas y formas del lenguaje, desde ámbitos artísticos y filosóficos afines, cada uno trazó los postulados para el uso y el manejo de una lengua regional más fiel a la sensibilidad argentina y algunas cuestiones que harían de ella un espacio propicio y fructífero para el pensamiento. Sin embargo, estos textos han sido leídos más por su valor estético antes que por su valor teórico, minimizando así sus aportes al estudio de la lengua. En el siguiente trabajo analizaremos cómo las vanguardias fueron el campo de batalla propicio para debatir el problema de la esencia de la argentinidad y hallar su cauce en el uso particular que los hablantes hacen del lenguaje.
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