El shock cualquiera que sea su apellido cardiogénico, hipovolémico, obstructivo, distributivo con la mezcla de ellos, implica una demanda de oxígeno a nivel hístico, con todas las consecuencias que a diario se observan en las unidades de Medicina crítica: disfunción de múltiples órganos, infección y muerte tisular. Los últimos treinta años han sido testigos de los innumerables esfuerzos hechos por investigadores y clínicos para desentrañar la fisiología celular y molecular de este síndrome nosológico. Sin embargo, y pese a los adelantos tecnológicos y terapéuticos, muchos pacientes críticamente enfermos siguen falleciendo a consecuencia del shock y/o de las complicaciones generadas por el mismo. Las razones por las cuales la morbimortalidad del shock continúa siendo tan elevada son múltiples; una de ellas es el hecho de no tener la capacidad para medir acertada y tempranamente el sufrimiento hístico, para actuar en forma eficiente y expedita.
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