El valle del Segura ha jugado un papel decisivo en el proceso de organización territorial de la comarca más meridional de la Comunidad Valenciana. Su emplazamiento en un importante eje de comunicaciones naturales pone en contacto la Depresión Prelitoral Murciana, que es continuación de la Fosa Intrabética, con el corredor del Vinalopó, y a través de él con la Meseta. La situación estratégica de este espacio ha posibilitado de antiguo el paso y asentamiento de diversas culturas, como así testimonian un buen número de yacimientos arqueológicos, habiendo sido éste un proceso de humanización que ha ido progresivamente ocupando, a lo largo de los siglos, el llano aluvial. La acción colonizadora, que históricamente se ha visto sujeta a constantes altibajos por mor de guerras, epidemias y hambrunas, no es hasta finales del siglo XVII cuando comienza a tener una continuidad gracias al crecimiento demográfico, la reducción de las grandes mortandades epidémicas, la introducción de nuevos cultivos y el desarrollo de una agricultura comercial. Estas favorables condiciones posibilitaron acometer un proceso de ocupación de los espacios que antes tenían escasos o nulos rendimientos, mediante la desecación de las áreas pantanosas y de los saladares, la ampliación de la red de riego y la fundación de nuevos poblados. En el proceso de formación urbana podemos observar cómo, a la impronta de las distintas etapas colonizadoras, se unen, ya en el siglo XX, tres fenómenos de singular importancia, cuales son la expansión demográfica, el turismo y la aplicación de técnicas de ordenación del territorio. Estas son circunstancias que se reflejan, en mayor o menor grado, en las 27 cabeceras municipales y en el gran número de entidades poblacionales menores que se reparten los 971 kilómetros cuadrados que tiene el Bajo Segura.
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